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Cursos Yacht 041022

Foto Anboro 460

Estamos encantados de poder conocer un poco mejor a Anboro, navegante y autor de las narraciones de "Don Botalón y Trinquete".

J : Hola Anboro, ¿podrías hacernos una breve presentación?

Anboro: Anboro nació en Huelva cerca de los albores de los 50 y vivió su juventud en esa ciudad milenaria. Ahora, por motivos de trabajo, vive en Sevilla aunque pasa algún tiempo del año entre Huelva y Ayamonte.

J : ¿Cómo empezó tu afición a la náutica?

Anboro: Nací el 31 de julio y al mes siguiente ya estaba embarcado en un velero familiar.
Era un barco con un casco de gruesa madera pintada de blanco sobre el que resaltaba un verduguillo de intenso color verde y aparejado con una enorme vela latina; como un minipesquero de los que entonces iban al arrastre.
Recuerdo que no tenía nombre. Los barcos de recreo que había entonces en Punta Umbría eran muy pocos y los anónimos se conocían por el nombre de su armador. Eso del número de folio vino más tarde. Supongo que ese sería el momento donde me entró la mar en la sangre.

J : ¿Cual es tu titulación náutica?

Anboro: Estudié la antigua carrera de Náutica en la escuela de San Telmo en Sevilla, pasando después obligatoriamente a la de Cádiz de la que dependía. Hoy estos dos edificios valen para otros fines.
Debido a un grave accidente que ocurrió en la mar, nunca ejercí profesionalmente; aunque después, por los avatares de la vida, volví a esta vinculación náutica al ejercer de inspector de cubierta de varias compañías navieras en diversos países africanos.

J : ¿Recuerdas cómo fueron tus primeras travesías como patrón?

Anboro: Fueron las titubeantes salidas por la Ría de Punta Umbría y sus canales que ahora rodean el denominado Paraje Natural Marismas del Odiel. Primero en una destartalada piragua de madera y luego con el 420 y el Snipe.
Entonces no existía ninguna escuela de navegación. Aprendíamos por nosotros mismos, fijándonos en las maniobras que hacían los que acertaban con el vetusto, pero acertado, sistema de la prueba y el error.
Cuando al cabo del tiempo llegaron los enteraos comprobaron, que en aquel apartado lugar al que había que llegar en barco, se navegaba muy bien y que era un vivero de futuros campeones.

J : ¿Qué es lo que te atrae del mar y la navegación?

Anboro: Decía Víctor Hugo que si el mar es el símbolo del poder de Dios, la embarcación es la demostración de la capacidad del hombre. Esa capacidad la ejerces a bordo cuando navegas porque el barco y la mar se convierten en todo nuestro universo.
Lo demás, de repente, se convierte en irrelevante.
La inmensa mar con sus cambios impredecibles y el pequeño mundo del barco, también inmensamente reducido, de la mano; pero una de las manos es la tuya por lo que no hay obligaciones, prohibiciones, caminos marcados, horarios, dinero, mentiras, escala de valores, superficialidades… allí sólo cuenta lo inmediato y todo lo demás deja de existir, por lo que es fácil sublimarte con la pura realidad.
Esto me contagia una sensación de libertad y un estado mental que yo nunca pude conseguir en tierra.
Podría tratar de explicar alguno de estos sentimientos que me afloran navegando, pero son impenetrables en tierra firme, no tienen una posible traducción porque creo que sólo se viven en la mar y exclusivamente los navegantes serían capaces de entenderlos.

J : ¿Qué libros técnicos sueles leer, el favorito?

Anboro: Me baso en la Glenans y en el Tratado de Náutica de I. Fossi; en cuanto a la infografía me inclino por Las artes de la mar , una maravillosa enciclopedia ilustrada de diversos autores coordinados por el sueco Tre Tryckare.

J : Y de literatura náutica, el favorito?

Anboro: ¡Uffs! ¡vaya pregunta!. Yo leo mucho, soy más lector que otra cosa, por lo que de náutica, que es lo que gusta, leo casi todo lo que cae en mis manos.
Actualmente hay mucho donde escoger e incluso sagas literarias de personajes como Howblower o Aubrey.
Las colecciones de Alexander Kent, Forrester, O’Brian o las de los españoles Luis Delgado Bañón o Alfonso Romero dan mucho juego.
De estas sagas sería difícil decantarse por un favorito pero in extremis ensalzaría a O’Brian que es más rico en la complejidad de sus personajes aunque los demás lo ganen en la descripción de las maniobras marineras.
Tampoco hay que olvidarse del pasado y a Stevenson y Conrad los tengo en un pedestal.

J : ¿El libro favorito?

Anboro: Creo que no soy capaz de reducir tanto. Moby Dyck, El viejo y el mar, La Ilíada ... hay tantos.

J : ¿Motor o vela?

Anboro: La respuesta estaría condicionada al uso que le quisiera dar en un determinado momento al barco.
A veces disfrutaría enormemente navegando a vela con el agua lamiendo la regala pero otras primaría la rapidez y la poca complicación que necesitas para llegar a aquella pequeña calita para darse un buen baño y regresar.
Cuando era más joven no tenía dudas: vela pasase lo que pasase. Ahora no lo tengo tan claro.

J : ¿Eres armador o alquilas?

Anboro: Nunca he alquilado. Ni siquiera ahora que no tengo barco, ya que navego sin problemas en los barcos de mis familiares y amigos.

J : ¿Cuál es el barco de tus sueños?

Anboro: Mi hipotálamo es muy anárquico, ayer se inclinó por un Beneteau Evasion 36.

J : ¿Dónde sueles navegar?

Anboro: En el suroeste.

J : ¿Alguna ruta que nos puedas recomendar? (incluyendo puertos, restaurantes, vistas)

Anboro: Tirando para mi tierra recomendaría la subida al río Guadiana. Hay un derrotero que elaboré de esta ruta.

Ver documento:
Subida al río Guadiana

J : Algo tuyo imprescindible para llevarte a una travesía.

Anboro: Una radio multibanda para las guardias nocturnas y algo que leer para los ratos perdidos.

J : Algo tuyo imprescindible para estar varado mucho tiempo una isla desierta.

Anboro: Lo imprescindible ya estaría a bordo.

J : Alguna anécdota que recuerdes más? (curiosa, un susto, graciosa)

Anboro: Navegando me han pasado muchas anécdotas dignas de contarse aquí.
Una vez ocurrió que navegando en una noche cerrada, a eso de las cuatro de la mañana, rumbo al estrecho de Gibraltar a la altura de Punta Candor y ya marcando las luces de la baliza que señala el bajo El Quemado hice algo que muchos solemos hacer y no deberíamos: ir a la plataforma de popa para hacer un pis.
Cuando levanté la vista vi en la lejanía dos débiles luces blancas paralelas. No le di importancia aunque me preguntaba interiormente su origen ya que no nos habíamos cruzado con ningún barco por lo que constantemente volvía la cabeza y las luces seguían allí y cada vez eran más intensas.

A los cinco minutos las luces eran inmensamente luminosas y se acercaban a nosotros en nuestro mismo rumbo por popa.
Cogí los prismáticos pero era imposible ver nada por lo refulgente de las misteriosas luces. Sólo se veían los discos luminosos que, con su reflejo en la mar, desvelaban la tremenda velocidad a la que el ingenio navegaba.
Sin saber qué hacer, llamé a mis hermanos, que eran el resto de la tripulación, que soñolientos se despejaron de repente al ver lo que se nos venía encima.

Uno de ellos aventuró que a lo mejor eran los famosos “foo-figters”; esos ovnis en forma de bolas luminosas que se decían que circulaban por el golfo de Cádiz, otro que podría ser un hydrofoil.
Pero algo había que hacer por lo que gobernamos rumbo a nuestro través, hacia la mar, para alejarnos ya de los haces de luz que casi acariciaban nuestra estela, cuando de repente, por el sonido, se aclararon nuestras dudas:
Era un avión turbo hélice de vigilancia costera con las luces de aterrizaje encendidas sobrevolando las olas dispuesto a aterrizar en la Base Aeronaval de Rota.
El joío pasó a 50 metros de nosotros y a 10 ó15 metros de altura. ¡Qué bestia!

J : ¿Desde cuándo tu afición por la literatura?

Anboro: Mi padre era un lector consumado y mi casa era casi una biblioteca por lo que crecí con libros toda mi vida.
Leo desde muy pequeño, y empezaría quizás imitando a mi padre, pero lo cierto es que me he acostumbrado y no pasa un día en que no lo haga. Se ha convertido en un analgésico contra el dolor de cabeza que me produce la locura que nos rodea.

J : ¿Cómo surgió la idea de escribir las aventuras de Don Botalón y Trinquete?

Anboro: Javichi me escribió solicitando amablemente mi autorización (que por supuesto no la necesita) para incluir, en la web que estaba creando, algunos de los artículos que publicaba en la La Taberna del Puerto.
En ese momento tenía puesta la radio y en una tertulia discutían sobre un tema una persona mayor y una joven. Uno veía el asunto con la calma y perspectiva que da la experiencia y el otro era un volcán.
En mi mente se coló esa dualidad contando historias puntuales de conocimiento náutico y pasado naval de un modo amable y sarcástico.
Como sigo mucho mis instintos, decidí colaborar a tenor de este chispazo.
Tenía que buscar un nombre náutico a mis dos imaginarios personajes y Trinquete salió de una expresión onubense que define a un mozo alto y bien formado. Botalón la escogí por la redondez del vocablo; porque da la sensación de una cierta seriedad a la par que evoca al palo que se utiliza en la náutica de recreo sólo cuando conviene.

J : ¿Qué te parece la web “Estudias o Navegas” como aportación al estudiante y navegante de la náutica de recreo?

Anboro: Creo que no la hay mejor para el estudiante de un título náutico de recreo.
La información de estos asuntos en la red está bastante atomizada y esta es la única que la globaliza. Creo que será una referencia, si no lo es ya. En cuanto al navegante pienso que necesita mayor afluencia al foro.
El foro da vida.

J : ¿Qué nos sugerirías para seguir mejorando?

Anboro: Ante todo paciencia. Lo estáis haciendo muy bien y al fin y al cabo el tiempo pone a cada uno donde debe estar.

J : Muchas gracias por darnos esta oportunidad, prometemos seguir siendo fieles a los capítulos de nuestros amigos " Don Botalón y Trinquete".