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LOS FENICIOS


Y aquí están ellos, los fenicios, los inventores de la escritura alfabética, con un territorio tan escaso, de suelo tan montañoso y, por tanto, tan poco apto para la agricultura y la ganadería que no es extraño que sus habitantes (desde el III milenio a.C. semitas cananeos) se volcaran en el mar.

A esto les empujó también el polvorín bélico de la zona. Su territorio, entre el monte Casio al norte y el monte Carmelo al sur, estaba dividido en cantones, de estructura oligárquica, separados por espolones rocosos, lo que dificultaba las relaciones terrestres -que las tenían, como buenos comerciante, con tráfico de caravanas de camellos- pero no las marítimas de cabotaje.

Sus ciudades, cada una de ellas gobernada por un monarca, desde Acre hasta Ugarit, pasando por Tiro, Sidón, Biblos y Arados, fueron prósperos y modernos centros comerciales, envidiados por sus vecinos, con grandes puertos bien protegidos en sus espléndidas bahías y con casas de varios pisos.

No es de extrañar que el nombre con el que los conocemos, fenicios, proceda de una palabra griega (phoinikes = rojos) con la que los helenos los denominaban por la púrpura, producción característica de Fenicia.
 

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 Barcos fenicio y asirio (kalipedia.com)


Su historia es conocida por las narraciones que hicieron de ellos israelitas, asirios y griegos pues no tenemos apenas documentos fenicios, y sus barcos por sus monedas o por representaciones artísticas de otros pueblos.
 

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No olvidemos que la franja costera de Fenicia Siria y Palestina desempeñó el papel de pasillo para egipcios, hicsos, hititas, asirios y luego persas y que los fenicios estuvieron alternativamente bajo el poder de egipcios y asirios, a los que supieron capear convenientemente con su comercio y demás actividades, en las que también eran expertos.

De hecho, el famoso palacio de Salomón en Jerusalén era conocido también como “Casa del Líbano” porque fue realizado por constructores fenicios y totalmente revestido de madera de cedro de los bosques del Líbano.

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Sus relaciones comerciales marítimas, en el mar Mediterráneo, comenzaron miles de años antes de Jesucristo -importaban todo lo que necesitaban, exportaban sobre todo madera de cedro, vidrio, vino y púrpura, comerciaban con todo- pero se desarrollaron más ampliamente a partir del I milenio a.C., cuando comienzan a crear factorías y colonias. Estas factorías se situaban en lugares estratégicos de las costa de los países de los que obtenían lo que deseaban: cereales y lanas de Sicilia e Italia, estaño, cobre y plata de España, oro y marfil del continente africano y ámbar del norte europeo. Para protegerse de las mareas construyen puertos especiales, creando un sistema de muros rompeolas.

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 Pecio fenicio de Mazarrón.


No cabe duda de que lo que sí fueron estos beduinos del mar, era difusores de culturas. Se instalan en Chipre (se instalan, no conquistan, ellos no necesitan conquistar, aunque sus actividades comerciales estuvieran protegidas por una potente flota de guerra) en el siglo XIII a.C. según unas fuentes (según otras en el -800, pero como iremos viendo nada está decidido todavía), de la que le interesaban sus minas de cobre, pero también tienen comercio con Rodas y Creta, para obtener mercancías imposibles de conseguir en Fenicia.

Ya en el 1100 a.C. habían fundado Cádiz, lo que supone que muy pronto sus barcos recorrían todo el Mediterráneo, cosa no muy extraña porque cretenses y más tarde griegos y macedonios (recordemos a Alejandro Magno), surcarán de cabo a rabo aguas mediterráneas.

Ya lo habíamos dicho de los primeros, los cretenses que, como hemos visto, con una economía basada en el comercio marítimo, poseían una verdadera flota naval. Cuando la civilización minoica (2.600-1425) declinó, los fenicios tomaron su lugar, al menos eso aseguran algunos. Las tempranas bases en Cerdeña, rica en metales, Malta, España y litoral africano hablan de su desarrollo naval. [Precisamente, hace unos meses el profesor Atoche decía, hablando de su hallazgo en Canarias, que, de demostrarse su hipótesis, “…las navegaciones fenicias por el Atlántico pasarían del siglo VIII a. de C. a finales del X a. de C. Hasta ahora la fecha más remota que se daba es el siglo VIII en orden a lo investigado en los yacimientos de Lixus y Mogador (Marruecos)]“ 

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 Naves fenicias, palacio de Sargón II, 2600 a.C.


Y ¿por qué a partir del primer milenio este auge naval fenicio? Según algunos historiadores tendría su explicación, en parte, en lo recibido del mundo cretense. Habíamos visto como los cretenses habían sido sustituidos en el poderío marítimo por los aqueos de Micenas, que primero los sometieron y luego adoptaron sus costumbres y su saber naval.

La talasocracia cretense pasa a manos de estos filisteos de lo que hablan los Egipcios.

Pero todo esplendor tiene su decadencia y los dorios de Iliria, más tarde fundadores de Esparta, enseñaron a los minoicos lo que debieron sentir los cretenses.

Los aqueos, quizás con Agamenón a la cabeza, intentan abrirse camino hacia el norte, Troya es un buen lugar para entrar en Asia. Más tarde Ramsés III, alrededor de 1176, parece que los rechazó en uno de los brazos del Nilo. Aquellos magníficos barcos, tan preparados ya para la navegación de altura, parados por una calma inoportuna, fueron abordados y quemados por los egipcios desde sus barcos de fondo de batea.
 

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 Relieves del templo de Medinet Habu.


Parece ser que algunos experimentados marinos, que consiguieron escapar, estuvieron merodeando y aterrorizando las costas sirio-libanesas. Pero también llegaron a mezclarse con sus habitantes, sobre todo en Tiro y Sidón.

Ya tendríamos en la costa libanesa los inicios de la navegación de altura al más puro estilo cretense, mientras que la navegación de cabotaje, de la que era hegemónica Biblos, perdería importancia y tirios y sidonios llevarían sus barcos hasta Grecia, Italia, España… y donde quisieran. Aquellos aqueos… 



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Vaso de los guerreros, 1200 a.C. Micenas


“Y tan presto como le hubo enseñado dónde habían crecido aquellos grandes árboles, Calipso, la divina entre las diosas, volvió a su morada, y él se puso a cortar troncos y no tardó en dar fin a su trabajo. Derribó veinte, que desbastó con el bronce, pulió con habilidad y enderezó por medio de un nivel.

Calipso, la divina entre las diosas, trájole unos barrenos con los cuales taladró el héroe todas las piezas que unió luego, sujetándolas con clavos y clavijas. Cuan ancho es el redondeado fondo de un buen navío de carga, que hábil artífice construyera, tan grande hizo Odiseo la balsa. Labró después la cubierta, adaptándola a espesas vigas y dándole remate con un piso de largos tablones; puso en el centro un mástil con su correspondiente entena, y fabricó un timón para regir la balsa.

A ésta la protegió por todas partes con mimbres entretejidos, que fuesen reparo de las olas, y la lastró con abundante madera. Mientras tanto Calipso, la divina entre las diosas, trájole lienzo para las velas; y Odiseo las construy ó con gran habilidad. Y atando en la balsa cuerdas, maromas y bolinas, echólo por medio de unos parales al mar divino
 

Al cuarto día ya todo estaba terminado, y al quinto despidióle de la isla la divina Calipso, después de lavarlo y vestirle perfumadas vestiduras. Entrególe la diosa un pellejo de negro vino, otro grande de agua, un saco de provisiones y muchos manjares gratos al ánimo; y mandóle favorable y plácido viento..
 

Gozoso desplegó las velas el divinal 0diseo y sentándose, comenzó a regir hábilmente la balsa con el timón, sin que el sueño cayese en sus párpados, mientras contemplaba las Pléyades, el Bootes, que se pone muy tarde, y la Osa, llamada el Carro por sobrenombre, la cual gira siempre en el mismo lugar, acecha Orión y es la única que no se baña en el Océano; pues habíale ordenado Calipso, la divina entre las diosas, que tuviera la Osa a la mano izquierda durante la travesía. Diecisiete días navegó, atravesando el mar, y al décimoctavo pudo ver los umbrosos montes del país de los feacios en la parte más cercana, apareciéndosele como un escudo en medio del sombrío ponto”.  La Odisea.- Homero (siglo IX a.C., según Heródoto).
 

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 Cerámica griega del período arcaico(700-500 a.C.).


Estos beduinos, tan rodeados de peligros, que habían tomado desde siempre al mar como vía de escape y de supervivencia, supieron sacar el máximo partido de los molestos descendientes de cretenses y minoicos  perfeccionando sin descanso sus conocimientos . Una de las innovaciones que traía además de una especie de quilla sería el barco de remos.

Los fenicios se dieron cuenta del filón que representaban estos conocimientos. Reforzaron los cascos de sus barcos y añadieron verdaderas quillas para darles mayor rigidez y evitar que se arrufaran; además podían escoger mejor el derrotero que con los de fondo de batea, ya que podían maniobrarlo incluso contra mar de fondo, sin peligro de que la embarcación se ladeara ni el timón perdiera la ruta. Habian conseguido mayor estabilidad direccional.

Tambien aprendieron que un barco avanza mejor no remando cara hacia delante, según la costumbre del momento, sino colocando los remos en los escálamos y sentando a los remeros de cara a popa.
 

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Barcos micénicos del siglo XIV a.C. Se aprecian dos tipos distintos, mercante y de guerra.


Tampoco el Mar Negro se libró de estos comerciantes, que transportaban sus mercancías en grandes ánforas perfectamente estibadas. Y a principios del s. VIII fundarán Cartago, su continuadora. Será su fundadora la bella Dido, la princesa que amó a Eneas, según la leyenda. Algunos autores dicen que fueron también los fenicios los primeros en cruzar el estrecho de Gibraltar, sobre el siglo VII a.C., y entrar en el Atlántico llegando a las islas Casitérides (o Sorlingas) en busca del estaño.

Bajaron por la costa africana hasta más de 300 millas al sur del Estrecho y en el siglo IV a.C. mantenían un comercio regular en las costas de África occidental atraídos por el oro, el marfil y las pieles de felinos. [El profesor Atoche, antes mencionado, afirma “Los fenicios eran capaces de navegar a mar abierto, no sólo a cabotaje. Lo hicieron por el Mediterráneo y lo hicieron también hacia el Atlántico norte.

Llegaron a los Casitérides [denominación griega que alude a unas islas entre Galicia y Gran Bretaña]. Se guiaban por la Estrella Polar y por eso los griegos la llamaban la Estrella Fenicia”. Herodoto cuenta (Posidonio y Estrabón creen lo que dice, pero dudan que fuera cierto porque no aportaba pruebas) que navegantes fenicios, mandados por el faraón Necho, alrededor del año 600 a.C. habían salido de Egipto, en el mar Rojo, y navegando hacia el oeste, circunnavegando África, tras cruzar Gibraltar, en tres años volvieron.

Hoy se piensa que el viaje fue real, pues según parte de la historia: “… al navegar rumbo al oeste, y rodear el extremo sur de Libia, tenían el Sol a su derecha, en dirección norte”. También hacían, según se cuenta, incursiones en la India, partiendo en verano y regresando en primavera.
 

 

Foto fenicios 10Embarcación fenicia representada en la decoración en yeso del palacio de Senaquerib, (705-681 a.C.) recogiendo el momento de la huída del rey Luli ante el ataque de Sargón II


Navegan normalmente costeando el litoral, generalmente de día, y durante la noche se orientan por las estrellas con los conocimientos astronómicos obtenidos de los caldeos, tomando como referencia la Estrella Polar, la Estrella Fenicia (aunque según otros autores sería la segunda estrella más brillante de la Osa Menor, la llamada Kochab, a unos 7º del Polo Norte, pues la estrella Polar estaría en aquella época a 14º del Polo, estrella, por otro lado, que ya conocían y por la que se guiaban los cretenses) y, ya lo decíamos en capítulos anteriores, parece ser que crearon las primeras cartas marinas y hasta un derrotero rudimentario con descripción de puertos y fondeaderos con sus distancias aproximadas.

Si había niebla, usaban también como guías palomas amaestradas (¿No os recuerda esto algo? A mí el arca de Noe y su paloma).
 

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Moneda fenicia. 340 a.C.


Y nos queda claro que tampoco le hacían ascos al mar abierto y a los largos viajes. Son considerados, estos atrevidos fenicios, los primeros navegantes en mar abierto. No descuidan nada: remolcan pequeños botes para entrar a descargar en litorales poco profundos y que les sirven también como botes salvavidas. Y se dice de su ingenio, que surcan los mares nocturnos o con espesa niebla ayudados por ánforas horadadas y con algún producto encendido, colgadas a proa, que les sirven de faroles.
 

¿Y sus barcos, cómo son? Aunque su historia esté sumida en el misterio sabemos, por las hazañas viajeras que se cuentan de ellos, sus factorías y las representaciones y hallazgos, que son fuertes, ligeros, grandes o pequeños, según convenga, y sobre todo seguros, dirigidos por pilotos y marinos expertos con la ayuda de esclavos que reman, cuando sus rectangulares velas no son suficientes.

Los fenicios poseen las mejores y más fuertes maderas, la de sus cedros, pero tampoco es problema para ellos conseguir otras resistentes maderas con las que fabricar sus barcos (o de quien se los pagase bien, que también los vendían: parece ser que en el 2600 a.C. el faraón Sakhuré les compró cuarenta barcos construidos con sus valiosos cedros), cipreses, pinos, cedros… porque son los comerciantes por excelencia, que hasta cuentan con sociedades aseguradoras para enjugar las posibles pérdidas.
 

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Bajorrelieve de una golah fenicia del siglo II-I a.C. perteneciente a la decoración de un sarcófago hecho en Biblos en época romana. Museo Nacional de Beirut


En sus poderosos astilleros construían, con gran maestría, tres tipos de naves: la ligera, rápida y fácil de gobernar, que portaba una vela fija de forma cuadrangular y una doble fila de remeros, por si acaso, más propia para la defensa y la guerra, inspirada en la galera de los griegos, los ocupantes de Creta, y que irán perfeccionando sin descanso; la golah (curiosa voz hebrea que significa «emigración», «exilio») o gaulos (como las llamaban los griegos) construida para importantes cargas ; y el tercer tipo, el llamado myoparones o marisquero.
 

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Dibujo del panel del Palacio de Senaquerib (705-681 a.C.) donde aparecen dos tipos de barcos fenicios: el de guerra con espolón de proa y el redondeado, llamado golah, de carga y pasaje.
Barcos de guerra y mercantes, los más grandes de su tiempo, pero también los más marineros, capaces de emprender grandes viajes, incluso de varios años de duración.
 

La gaulos o golah, era grande y corta, entre 20 y 30 metros de eslora, pesada, redondeada de proa y popa y amplísima manga, de 7 metros fácilmente, pues la anchura solía representar la cuarta parte de la longitud (de ahí llamados redondos) y alto bordo. Los griegos los llamaban también “caballos” porque la proa solía tener forma de cabeza de caballo.

La forma de la popa representaba una cola de pez. El barco se gobernaba con el timón, un remo de palas asimétricas y amplias, que se sujetaba en el lado izquierdo, cerca de la popa.

Con un capitán, un piloto y unos quince hombres más era suficiente para estos barcos, pues la tripulación completa no solía sobrepasar los veinte hombres. En el castillo de popa se resguardaba la tripulación y se llevaba también los aparejos, además de la cocina de a bordo. Se propulsaba a vela, con un solo palo en el centro con vela cuadrada, solo eficaz con viento de popa.
 

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Pero sabían aprovechar perfectamente los vientos y corrientes favorables para moverlas -en caso de necesidad estaban los remeros- y, a pesar de que su extraordinario volumen y peso hacía a estos mercantes difíciles de dominar por su importante desplazamiento, su habilidad salvaba cualquier obstáculo.