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Capítulo 20   En la Bahía de Cadiz II


La humeante taza de café que trajo el camarero daba por concluido el almuerzo.
El sol jugueteaba con el cristal de la copa de agua descomponiendo sus rayos que tornasolaban sobre el blanco mantel.
Trinquete comenzó a mover nerviosamente la copa hasta que exclamó:
- Bueno, ¿Y la historia como sigue? ; ¿Se apoderaron los ingleses de los barcos del tesoro?
- No corras tanto que en los relatos hay que respetar la cronología; la historia todavía sigue en Inglaterra.
El duque de Buckingham, ya sabes, el antiguo George Villiers, favorito de Jacobo  y ahora de Carlos I, organizó una gran expedición guerrera para apoderarse de Cádiz formada con naves inglesas y holandesas y para ello llamó a su amigo Edward Cecil que consiguió reunir casi cien barcos de los que 15 eran holandeses, con Guillermo de Nassau al frente, y 10.000 soldados de apoyo.
Antes de zarpar le concedió a su amigo, el ya almirante lord Cecil, el título de Vizconde de Wimbledon, que era el lugar donde tenía su casa, y ya con ese nombre será por la historia conocido.
Desde el principio esta aventura no pintaba bien; no se habían calculado apropiadamente las provisiones  y a los pocos días de navegación ya estaban racionalizando la comida.
Sobrevino una tempestad que se llevó por delante la mayoría de las mal estibadas lanchas de desembarco, y los barcos, pobremente mantenidos, comenzaron a tener vías de agua por lo que se pasaron achicando casi toda la travesía; pero al final Wimbledon, con su flota, se presentó al amanecer del sábado primero de noviembre de 1625 ante Cádiz dispuesto a llevarse el sustancioso botín.
- Debía de ser imponente ver ante esta bahía cien barcos en formación de combate, exclamó Trinquete poniendo los puños sobre el blanco mantel.
 

Foto 20 01 

- Pues hubo sorpresa mutua porque los españoles, se creían en principio, al ver tantas velas en el horizonte,  que era la flota de Indias por lo que se sobrecogieron al ver sus banderas inglesas y del Palatinado y los anglo-holandeses la tuvieron cuando comprobaron que la flota del tesoro no estaba en Cádiz.
Los ingleses, repuestos de su desconcierto, se dispusieron, al menos, a tomar la ciudad para llevarse todo lo que pudieran.
Botalón se levantó, se dirigió la cristalera y se asomó al exterior.
El olor marino con sabor a algas era más fuerte y la brisa, al coincidir con el repunte de la pleamar, soplaba con mayor intensidad y agitaba los faldones de su camisa. Aspiró profundamente y volvió andando cadenciosamente; miró a su sobrino fijamente y continuó hablado:
Trinquete, lo que ahora te voy a contar se parece más a un vodevil que a una historia real por lo que los ingleses lo mantienen muy oculto en su gloriosa hagiografía naval y es raro que te enteres de este testimonio en un libro de historia convencional.
En principio cuando fueron a coger las armas, que estaban almacenadas en las bodegas, se dieron cuenta de que la mitad de los mosquetes eran inservibles por no haber terminado de fabricarlos ya que los cañones no tenían ánima; te puedes figurar el estupor de los soldados cuando les entregaron las armas sin boca y cuando comprobaron los que sí la tenían, que la mayoría de su munición eran de otro calibre, pero esto no era su mayor problema…
Aunque en la bahía había fondeados siete galeras y catorce galeones. Wimbledon optó por establecer primero una cabeza de puente en el Puerto de Santa María y mandó a su vicealmirante, el conde de Essex, por medio del código de banderas que el mismo había inventado, a que ejecutara dicha acción con su escuadra.
Como allí no se movía nadie, le mandó una falúa de avisos que regresó diciendo que ni él, ni sus capitanes tenían dicho código de señales por lo que no entendía tal profusión de banderas inútiles en sus mástiles.
Se entretuvieron para establecer las señales y al fin la escuadra de Essex entró en la bahía; pero en la cabeza del vicealmirante Robert Devereux, tercer conde de Essex , hijo del Robert Devereux  que fue el artífice del ataque y posterior saqueo de Cádiz en 1596, no estaba por seguir las apocadas órdenes recibidas.
Ellos eran muchos y la rendición de la plaza era cosa suya tal y como lo había hecho su padre tocó a zafarrancho y se lanzó, con su imponente Swiftsure a la cabeza, contra las embarcaciones fondeadas.
Los barcos  españoles, cuando vieron el movimiento de sus enemigos y que un escuadrón de al menos treinta navíos se acercaban por la canal disparándoles con sus cuatro libras de proa dando metralla al agua como una lluvia mortal, se libraron rápidamente de sus fondeos picando los cables y, escapando, se refugiaron allí; dijo Botalón señalando tras el puente Carranza, en La Carraca, para después hundir viejos barcos que taponaron la entrada en el caño.
Wimbledon vio impotente cómo las baterías de Cádiz, que ya no eran las mismas del ataque de 1587 del pirata Drake o las de 1596 del padre de Essex ya que con estos antecedentes habían sido muy reforzadas, comenzaron a barrer a los barcos de Essex con el fuego de sus enormes cañones y la bahía retumbaba con sus roncos estampidos por lo, asombrados y atemorizados, decidieron  fondear las tres escuadras a la altura del Puerto de Sta. María a salvo del radio de acción de los baluartes gaditanos.
Después de consumir un día entero en reuniones para decidir qué hacer, Wimbledon se decidió no atacar la ciudad con su descomunal fuerza si no empezar por el fuerte de El Puntal para eliminar un incordio que les molestaría en la toma final.
Ordenó al holandés Guillermo de Nassau que rindiera este baluarte con sus barcos mientras él  bombardearía la redondeada fortificación.
Tú por mí la verdad es que los holandeses no se entendieron con las baterías  inglesas, tanto que incluso los proyectiles pasaban más cerca de los barcos que del fuerte.
Cuando ya se habían casi hundido dos barcos holandeses, se decidió paralizar el bombardeo e iniciar el desembarco, pero lo hicieron por donde Wimbledon no lo había autorizado; justo debajo de la fortaleza que, aunque sólo era servido por cien hombres y ocho cañones, fueron barridos por los defensores.
 

 Foto 20 02

Dos días les costó tomar el fuerte y capturar a los treinta supervivientes mientras tanto Cádiz se había reforzado, siguiendo las indicaciones del héroe de Flandes Fernando Girón que ,aunque preso de un doloroso ataque de gota, iba revisando en un palanquín las fortificaciones y distribuyendo las guarniciones de soldados de acudían de los alrededores, de las dotaciones de los barcos refugiados en La Carraca y de las provisiones y material de combate que acercaban a Cádiz algunas galeras que daban la vuelta por el canal de Sancti-Petri.
Al darse cuenta de ello, Wimbledon separó 40 de sus navíos con el fin de aumentar la vigilancia en la barra para impedir este trasiego, pero esta maniobra también la impidieron de nuevo los cañones de las renovadas fortificaciones.
Así que tenemos a diez mil soldados ingleses desperdigados en torno a la almadraba de Hércules ya que si se acercaban a las inmediaciones de Puerta Tierra serían abatidos por una bien organizada defensa.
 

 Foto 20 03 

Wimbledon se entera por unos espías que fuerzas del corregidor de Jerez, Luis Portocarrero, está rodeando la bahía a punto de cruzar el puente de Suazo.
Por temor a que lo ataquen por la retaguardia ordena a sus soldados avancen por las salinas de la marisma para hacerles frente.
Nadie se había dado cuenta de que para esa expedición había que llevar provisiones y agua por lo que cuando pararon en medio de la nada, rodeados por los fangosos vericuetos de los estanques salineros, haciéndose de noche sin tener nada que comer ni de beber y lloviendo, los soldados estaban al borde de la rebelión.
Por fin llegaron a unos cobertizos donde estaban almacenados una partida de barriles de vino a la espera de la llegada de la Flota de Indias que los oficiales y  soldados bebieron en abundancia por lo que al algarada que se armó fue tremenda.
Cuando informaron a Wimbledon de lo que estaba pasado,  se presentó en la zona, ya que estaba alojado en la casa de campo de D. Luis de Soto cercano a esta demarcación, y ordenó que se requisaran los barriles de vino.
Tuvo que salir por pies, protegido a tiros por su guardia personal.
 

 Foto 20 04 

- O sea, dijo Trinquete, que estaban todos borrachos.- Así es.- ¡Qué fuerte!- Al día siguiente había que ver la escena: los soldados todavía con la curda estaban tirados por las marismas, renegando de la suerte que les había reunido allí.
Ante ese espectáculo y sin esperar a nadie, ya que era imposible ejecutar la acción que había planeado, Wimbledon , considerablemente irritado, regresó a su barco dejando atrás un reguero de resacosos que sucumbieron a los ataques de las fuerzas que había organizado Girón y del duque de Medina-Sidonia, que ya había cruzado el puente, por lo que  abandonado bagajes y municiones se dispersaron por aquellas anegadas e inhóspitas tierras en un tiempo infernal ya que había entrado un vendaval y no paraba de llover.
 

 Foto 20 05 

En vista del cariz que estaban tomado las acontecimientos, lord Wimbledon  convocó un consejo de guerra  que decidió esperar la Flota en el cabo de San Vicente y atacarla allí ya que no se podía hacer nada en la, para ellos, inexpugnable plaza de Cádiz.
- ¿Y así, si más, se fueron?
- No fue tan fácil. El resto de la soldadesca, en un mar de confusión y en un caótico embarque, lo hizo en todo lo que encontraron que flotase, algunos incluso nadando, durante dos días hostigados por las tropas españolas que les acometían del sureste.
Como venganza arrasaron y quemaron todo lo que encontraban pero allí sólo había  las pocas casas de campo y los enseres de la almadraba de la torre de Hércules que estaba más allá del puente, donde ahora está Torregorda.
- ¿Y se termina la historia?
- Aquí sí , una semana duró esta aventura, ya que el viernes siete de noviembre, salieron de la bahía de Cádiz dejando atrás dos naves ardiendo con los muertos y 28 en las profundidades.
- ¿Por qué dices aquí sí; es que les pasaron más cosas?
- Se reunieron ,como decidieron, ante el cabo de San Vicente a esperar la Flota de Indias.
Aguardaron, Aguantaron y se desesperaron porque la Flota ya se les había cruzado sin haberla visto y estaba a resguardo en Cádiz.- ¡No me digas!- Muchos barcos no pudieron soportar las tormentas de este mar en esa época del año, y el resto , poco menos de la mitad de la arrogante escuadra, fue llegando durante meses a los puertos ingleses e irlandeses con las tripulaciones diezmadas por las enfermedades y el hambre.
- ¡Guau!  Exclamó trinquete ahuecando la voz. Un buen argumento para una película.
- Trinquete, murmuró Botalón entre dientes  y con una tenue sonrisa sarcástica continuó;  ¿Cuál es la película de la historia de España más famosa?
- Hmmm … Creo que El Cid.
- ¿ Y contra quién luchamos?  …  no me respondas, sobrino, que todavía tenemos que encontrar el fondeo.
Botalón se levantó y con paso decidido se dirigió a los pantalanes.